Para ti y para mí, mamá trabajadora

Han pasado volando los meses de la baja de maternidad y poco a poco te acercas a la tan fatídica reincorporación laboral. Aquí es donde empiezan a asaltarte todas las dudas. Escuela infantil? … niñera? … abuelos? … me quedo en casa? … “Como lo vas a llevar tan bebé a la guardería” , “niñera, vas a meter a una desconocida en casa?”, “abuelos? son los padres los que deben criar a los hijos”, “dejas el trabajo? y como le vas a mantener?…

Es entonces cuando las indirectas de todo tipo comienzan a llegarte de tal manera que retumban en tu cabeza como si de tambores se trataran: “mala madre, mala madre, mala madre…” y es que, decidas lo que decidas, la etiqueta ya la tienes puesta.

Son muchas las personas que insinúan que las mamás que se quedan en casa aman más a sus hijos que las mamás que les dejan para ir a trabajar. Lo que la mayoría no sabe es que es de las decisiones más duras que se tienen que tomar llegado el momento y que esa separación diaria cuesta lo suyo. Como se suele decir, hay que vivirlo!

Así que este post es para ti y para mi, mamá trabajadora. Porque estáis y estamos en todas partes. Esa profesora que da clase a mis hijos, esa enfermera que le pone las vacunas, esa doctora que le atiende cuando no se encuentra bien, esa conductora de autobús que nos sonríe cada mañana cuando nos da los buenos días, esa dependienta que nos busca la talla de ropa que necesitamos…

Mamá trabajadora, que te levantas cada mañana una hora antes para dejar la casa medianamente recogida, prepararte, medio sentarte a desayunar y preparar a los niños para ir a la escuela. Sales corriendo de casa para no perder el bus, le das un beso, le deseas un buen día y esperas mientras le dices adiós tras el cristal de la ventana o lo dejas con la educadora de la escuela infantil. Sonríes por no llorar, cuesta despegarse pero tienes que seguir, porque las agujas del reloj siguen avanzando. Tragas el nudo que se te ha formado en la garganta y coges aliento. Arrancas el coche y empiezas a calcular el tiempo, los minutos. Todo es a contrarreloj. Sabes a las 9.30 máximo debes coger la autovía y a las 9.40 el siguiente cruce que lleva a tu trabajo y si no hay ningún imprevisto en la carretera te verás en la puerta del trabajo justo 10 minutos antes de abrir. Llegas a las reuniones matutinas al límite, pero llegas. Cumples con tus obligaciones después de haber pasado parte de la noche en vela y pasada la jornada, emprendes el camino de vuelta a casa.

Aquí, en este preciso momento, empieza tu “segundo trabajo” ese que no está valorado, ese que nadie reconoce como tal. Llegas a casa, haces la comida, comes a deshora, les recoges del cole, juegas con ellos, les das la merienda, vais al super, controlas una rabieta, vuelves a jugar, los bañas, controlas otra rabieta, haces la cena, les lees un cuento y los acuestas. Y sigues… recoges la cocina, pones la lavadora, planchas, preparas las mochilas del día siguiente (suma y sigue… suma y sigue… suma y sigue).

Ah no! pero eso no es un trabajo!

Para ti, mama trabajadora. Se que muchas veces te sientes culpable, juzgada y poco valorada y quizás no pasas todo el tiempo que te gustaría con los tuyos, pero estoy segura de que estás siendo un buen ejemplo para ellos. Le estás enseñando que una mujer puede aportar cosas al mundo fuera de casa y ser a la vez una mama, ama de casa y esposa increíble. Les estás enseñando que cada uno maneja sus vidas como quiera. Eres una muestra de fuerza, dedicación, respeto y amor

A ti mama trabajadora , gracias por tu labor y por tu sonrisa constante.

Una mama trabajadora que te entiende y siente total admiración.

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